martes, 8 de octubre de 2019

Reseña: El caso de los anónimos

El caso de los anónimos (Miss Marple #4)

by 

Agatha Christie


240 pages
Published June 1997 by Molino (first published July 1942)
Original Title: The Moving Finger
ISBN: 8427285426 (ISBN13: 9788427285422)
Series: Miss Marple #4 
 
Sinopsis: Lymstock es un pueblo en el que abundan los secretos inconfesables, y en el que ni tan solo una repentina ola de correos anónimos amenazantes es capaz de provocar preocupación entre sus habitantes. Pero todo esto cambiará cuando uno de los destinatarios, la señorita Symmington, se suicide. A pesar de que ha dejado una nota en la que escribe, la señorita Marple duda de la veracidad del suicidio. Pronto nadie estará seguro de nada...

My rating: 2 of 5 stars



Contada desde la perspectiva de Jerry Burton, quien tras chocar su avión su médico le envia a recuperarse en un ambiente rural, resulta una novela que es algo sosa y cuyos personajes ninguno es atractivo. 

A pesar de ser uno de los "misterios de la señorita Marple", la verdad es que ella no aparece sino hasta el último cuarto del libro y apenas en dos parrafos, la mayor parte al final cuando demuestra como todas las pistas estaban ahi pero nadie lo ve.



«—Se llega a conocer muy bien la naturaleza humana viviendo todo el año en un pueblecito —dijo la señorita Marple en tono plácido.»

Cuenta como una serie de anónimos son vistos con curiosidad y hasta diversión en el pueblo de Lymstock , eso es hasta que la señora del abogado aparece muerta, al parecer suicidiandose tras recibir una de esas cartas. 



La narración hace aparecer varios sospechosos entre los habitantes, pero para variar no lo supe sino hasta el final.

Por otra parte, hay varios elementos que igual, pese a la época y demás, llegan a molestar como las referencias al caballero afeminado , la señorita solterona, y no poco como a Jerry le llega a interesar una joven de 20 que se comporta en forma 'infantil'.

En fin, la novela que menos me ha gustado de esta autora.

«Dios no necesita castigarnos, señorita Barton. Ya nos afanamos por castigarnos nosotros mismos.»



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